sábado, 6 de febrero de 2010

Indolencia en velatorios DIF

Por Jesús Reyes
SEPTIMO DIA, TIJUANA, B.C.- Sin duda alguna los funcionarios siempre tendrán una excusa para explicar una desatención, pero los hechos abrumadores acusan algunas actitudes poco éticas de quienes se supone sirven a la sociedad, y máxime en dependencias donde deben dar la mejor cara del gobierno, la de la sensibilidad humana.
¿Quiénes somos en realidad? ¿De qué estamos hechos? Entre más tiempo pasa menos entiendo a los animales razonables; ¿será por eso, por ser animales, o simplemente no nos importa el dolor ajeno…Por egoístas, prepotentes, o corruptos…? No se qué puedan alegar a su favor, pero todo esto viene a relucir por la frialdad como se llevan a cabo los trámites en los Velatorios del DIF, en donde le dolor ajeno se lo pasan por el arco del triunfo.
Es el caso de una niña, Miriam Sánchez Osuna, de escasos 6 años, quien acaba de perder a su madre; y este caso me tocó vivirlo personalmente; nadie me lo contó. Por eso pedí a la redacción de este su semanario escribir un artículo que revele lo que seguramente han padecido muchas familias en desgracia.
Debido al estado de indefensión de la menor y la miserable condición económica del hombre que tenía la responsabilidad de resolver los trámites y gastos funerales, me ofrecí a hacer los trámites ante las autoridades correspondientes, sin imaginarme las trabas que enfrentaría.
Me dirigí a Palacio Municipal y hablé con la señora María Vidal, asistente de gestión
social del Regidor José Luis Parra Vázquez; por cierto, una fina persona de una calidad humana incomparable, que inmediatamente empezó los trámites y de ahí me dirigieron a las oficinas de Asistencia Social del Presidente Municipal Jorge Ramos Hernández, para que posteriormente fuera a la oficina del licenciado Mercedes Parra Gómez, de la Dirección de Desarrollo Social Municipal, quien también me recibiera atentamente.
De ahí me mandaron al Registro Civil, donde la licenciada Silvia Alvarez extendió el Acta de Defunción correspondiente, para la exención de esos gastos. Enseguida acudí de nuevo con el licenciado Mercedes Parra, que nos dio una nota para el licenciado de los Velatorios del DIF, “el castillo negro de las pesadillas”.
La finada falleció el sábado 23 de enero. El miércoles me dijeron que fuera al DIF y entregara una nota solamente al Administrador, Benjamín Molina Báez. Qué gracioso, su puesto es de administr
ador, pero actúa como dictador, “el hombre de hierro”, quien no conoce el dolor ajeno y le vale.
El licenciado Molina dijo que todo estaba bien “pero” que no tenía ataúdes, perdón, cajas, fue su expresión, arguyendo que las cajas estaban en Mexicali, y no tenía idea cuándo fueran a llegar a Tijuana. La mentira más grande que había escuchado en mi vida, pues al fondo de la entrada del lado derecho de los velatorios está un cuarto con ataúdes, a los cuales les tomé una foto el mismo miércoles, y enseguida de las oficinas, otro cuarto con más ataúdes; pero esa habitación estaba con la puerta cerrada.
Tal vez hayan estado apartados porque por ahí decían que había larga lista de espera, pero en realidad parece que el mismo argumento le daban a varios para lo que seguía después: poner trabas, con tal de cobrar por conceptos que se sacan de la manga; sobre todo a quienes no tienen posibilidades económicas y tiene n que hacer muchas vueltas para obtener un apoyo del gobierno.
He aquí el por qué de la anterior aseveración: supuestamente no había cajas, sin embargo, este administrador insensible, el licenciado Benjamín Molina, dijo: “consiga la caja, y no hay problema”. Al siguiente día me dí a la tarea de conseguir ataúd. Visité algunas funerarias, comparando precios, y en una de ellas tuve la suerte de encontrar a un dueño que, al escuchar el problema me dijo: “perdóneme pero no puedo venderle el ataúd”. Le pregunté por qué, y él con una voz fuerte y clara me dijo: “porque se lo voy a regalar, escoja el que guste. Y para que no tenga problemas, yo se lo voy a llevar, ya conozco a esa gente; son capaces de no venir por él”.
Al escuchar esas palabras le dí gracias a Dios y, yo en lo personal, a ese gran hombre, que me devolvió la fe a mis seres semejantes. Estamos pasando por unos tiempos tan difíciles, en esta tierra de nadie, donde el gobierno no hace nada al respecto; menos les va a importar a sus empleados. Pero a pesar de todas las adversidades que padece Tijuana, sí se puede con gente noble como el padrino del ataúd, gente buena y noble que no quiso menciones, pues lo que hizo fue por el amor que le tiene a la gente necesitada.
Se veló el cuerpo el viernes y era ya sábado por la mañana, fecha en que se iban a llevar el cuerpo para sepultar, pero cuál sería mi sorpresa que a las 9 de la mañana me habla un empleado de los Velatorios DIF, avisando que no lo dejaban sacar el cuerpo, porque el administrador dejó un recado de que se debía 2 mil seis pesos, por no haber comprado el ataúd ahí…¡qué ironías, pues en primer lugar dijeron que no había y sí tenían varios disponibles; y luego, que para resolver esa “carencia” podía adquirirlo por fuera, y no habría problemas!
Al enterarme de la problemática, el equipo del semanario Séptimo Día se movilizó y me dirigí a la oficina de la Secretaría Particular del Gobernador José Guadalupe Osuna Millán, en el Centro de Gobierno (palacio blanco), donde me atendieron muy amablemente y, al enterarse de la situación, se giraron órdenes, no se a quién o a quiénes, pero en 15 minutos llegaron dos licenciados, uno de ellos, el licenciado Juan Meneses, que es el delegado de la Secretaría de Desarrollo Social del Estado en Tijuana, y el otro, de la misma Secretaría Particular del Gobernador, a cargo de Erwin Arreizaga Uribe; de tal manera que me llevaron a las oficinas de la Sedesoe, en la planta baja, donde me dieron un oficio firmado por el mismo licenciado Meneses, documento que me hicieron válido en los Velatorios DIF, en sábado.
Gracias a esa humana acción, en contraste con la del administrador de los Velatorios DIF, al fin pudimos sacar el cuerpo de ahí, pero el sacerdote no tuvo tiempo de hacer la misa de cuerpo presente, debido a que se había desfasado la hora programada para esos menesteres, de tal manera que tuvimos que llevar agua bendita para rociar el ataúd cuando lo bajaron a la fosa en el panteón municipal número 12.
Este caso quizá sea uno de decenas o centenas que suceden cotidianamente, a grado tal que empresas funerarias externas no se extrañan de las trabas y mentiras de quienes llegan a administrar una área que se supone de atención humana a quienes padecen la desgracia de perder a sus seres queridos.
Gracias a Dios hay funcionarios sensibles, como los que en este artículo he citado; pero nunca faltarán los prietitos en el arroz, y lamentablemente se dan en donde la sociedad necesita de más ayuda.

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